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Cajón de sastre


Laboratorio de tizas


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Al leer un artículo de prensa donde se menciona la figura de Jorge Oteiza, pensé en la influencia que ejerció él y otros escultores o artistas en mi formación como arquitecto , especialmente durante mi periodo universitario.

Colaboraciones e interferencias entre escultura, arte y arquitectura han estado presentes, especialmente en el último siglo. La Bauhaus intento unificarlas, los casos de Le Corbusier y Jeanneret, Sainz de Oiza y Oteiza, Rafael Moneo y Cristina Iglesias…

Consideraba que algunas de las obras de Oteiza, Pablo Palazuelo, Eduardo Chillida y algunas de las instalaciones de Cristina Iglesias, Susana Solano o Richard Serra, tenían más de arquitectura que muchos de los edificios de moda, de arquitectos estrella.

Encontraba, en muchas de sus obras, una fuente de inspiración para el desarrollo de nuevas propuestas, convertidas estas, en atrevidos ejercicios proyectuales desvinculados de condicionantes sociales, económicos y urbanísticos.

La arquitectura actual es algo compleja, condicionada por la aparición de modas y nuevas tendencias. Los arquitectos utilizamos en muchas ocasiones la escultura para avalar actuaciones que de otro modo pueden ser cuestionables. En la mayoría de los casos se reduce al aspecto formal.

Pero lo que realmente me interesaba de ellos era el modo de tratar el espacio, de tallarlo dentro de un gran bloque, de buscarlo en su interior.

Empleaba en mis proyectos conceptos reflexionados en instalaciones o esculturas, que funcionaban como verdaderas maquetas de trabajo, ayudando a definir ciertos conceptos espaciales.

Mis escapadas al Museo Reina Sofía de Madrid o al MACBA en Barcelona,  sirvieron para apreciar en esas obras, nuevas perspectivas y situaciones espaciales, al igual que ocurre en el interior de un edificio.

El espacio era la esencia de las esculturas de Oteiza, Palazuelo o Chillida, así como ocurre con la buena arquitectura. Independientemente de su tamaño, podían recorrerse con la mirada, y sumar a las tres dimensiones espaciales, la del tiempo.

Ese paseo arquitectónico o promenade es también posible en las instalaciones de Cristina Iglesias, Susana Solano o Richard Serra, si bien ya emplean la escala humana. Es preciso recorrerlas, caminar a través de ellas para comprenderlas y admirarlas. Son realmente experiencias físicas.

El vacío silencioso engendrado por el edificio que contiene dichas instalaciones, es ocupado por estas, transformando el propio espacio y su entorno, como ocurre en cierta medida con la arquitectura en el espacio urbano, donde concurren numerosas relaciones espaciales. Como aquellas estudiadas por Oteiza, de forma minuciosa, en su laboratorio de tizas. EL mismo dijo:

“Me sorprendo como un perro de caza, escarbando, olfateando en ésta, la más sencilla y estática de las figuras del espacio, el cubo, el cuadrado. Mondrian lo conserva y su tratamiento equivale a dinamizarlo por fuera al aplastarlo y extenderlo, reducirlo y enfriarlo. Yo, antes, trataba de abrirlo desde el exterior, proporcionarle una dinámica externamente. Ahora he dejado esta unidad quieta, tal como es, pensando que su misterio espacial, que la radical originalidad del espacio se guarda en su intimidad”

En ese espacio interior nos movemos y vivimos.