Loading...

Consultoría


El certificado de eficiencia y la hipoteca energética


image_alt_text


Después de dos años de la obligatoriedad de llevar a cabo los certificados de eficiencia energética en caso de venta o alquiler de un inmueble, hay todavía un amplio desconocimiento acerca de su contenido, la información que aporta e incluso, en ocasiones, de su existencia.

Es frecuente encontrarnos con expresiones del tipo “¿Eso para qué sirve?”, “Eso es un impuesto que se han sacado de la manga…” o simplemente es asumido el hecho de realizarlos, por simple obligación, sin ningún tipo de sentido práctico.

En realidad es normal este desconocimiento y esta desconfianza hacia su posible utilidad, considerando la escasa información previa por parte de las administraciones competentes, el momento en que ha llegado y la depreciación que ha sufrido por parte de los propios técnicos redactores, por no emplearlos como un instrumento de asesoramiento al cliente, sino como un mero trámite para obtener unos determinados ingresos.

La adquisición de una vivienda supone probablemente la inversión más importante de nuestras vidas, siendo además un bien que puede revalorizarse. Cuando compramos un coche o un electrodoméstico, solemos preguntar por prestaciones, consumo y confort, decidiendo nuestra compra en base a estos parámetros. Resulta paradójico comprobar que en el caso de la venta o alquiler de un inmueble no es así.

El certificado de eficiencia energética es una herramienta básica para comprobar algunos aspectos relacionados con el consumo y el confort.  A partir de él se puede llevar a cabo un estudio de las actuaciones que podrían llevarse a cabo en un determinado inmueble para mejorar dichas cualidades tan importantes. Por tanto es fundamental el asesoramiento por parte del técnico redactor,  proponiendo medidas de ahorro que puedan ser rápidamente amortizables, no concluyendo el servicio en la mera entrega del documento.

La calificación obtenida en el certificado debe ser, por tanto, un elemento de peso a la hora de decidirnos a invertir en una determinada vivienda, oficina o local comercial. A igualdad de características tipológicas, constructivas, de programa…, la calificación es el parámetro que puede inclinar la balanza hacia un lado u otro. Sabemos que a mejor calificación, más confort y menos gasto energético. Por tanto, es un factor determinante a la hora de invertir en un inmueble. Entre la mejor calificación (A) y la peor (G) puede haber una diferencia del 80% en el consumo de energía.

Si tenemos claro que una mejor calificación implica una mayor calidad de vida y un menor gasto en las facturas energéticas, también debemos tener claro que llevar a cabo actuaciones encaminadas a la mejora de la calificación energética del inmueble, sin minorar las prestaciones, implica una revalorización del mismo en el mercado.

Pero sin duda el principal objetivo del certificado de eficiencia energética es minorar en los inmuebles el consumo de energía primaria y las emisiones de CO2.

Alrededor de un 41% de toda la energía producida en la Unión Europea es consumida en los edificios. Dentro de ellos, alrededor de un 65% es gastada es calentar y refrigerar dichos espacios. Con algunas reformas básicas podríamos ahorrar entre un 65 y 85%.

Este aspecto es todavía más importante si consideramos que España es un país que demanda del exterior la mayor parte de la energía que consume, siendo la tasa de dependencia del orden del 73%.  España dedica aproximadamente un 5% de su PIB al pago de las importaciones de gas y petróleo. Por tanto, el pago de la “hipoteca energética” implica minorar el gasto o las inversiones en otros servicios, además de provocar subidas en las facturas por suministro, en base a la ley de la oferta y la demanda.

La carestía de la energía nos lleva a la situación actual de pobreza energética que padecen miles de personas en nuestro país. En torno al 9% de los hogares deben elegir entre mantener su hogar a una temperatura adecuada (en términos de salud) o satisfacer otras necesidades básicas. (De este término hablaremos en futuros artículos).

Actualmente hay una moda de lo sostenible, lo verde, lo eficiente, lo ecológico… La arquitectura pasiva y sustentable siempre ha existido, no es una moda actual. La sostenibilidad va intrínseca en el término arquitectura. La bajada del precio del petróleo y el aumento de las tecnologías ha provocado un abandono de los criterios fundamentales de la buena arquitectura.

Llevamos muchos años de retraso con respecto a otros países de la Unión Europea. Dinamarca, por ejemplo, tomo cartas en el asunto desde la crisis del petróleo en los años 70. Actualmente no solo no importan energía del exterior, sino que además son unos de los principales productores. No solo es un país bueno produciendo energía sino que además consumen muy poca.  El PIB ha crecido en el país del orden del 80%. La apuesta por las energías renovables ha supuesto además la creación de miles de puestos de trabajo.

Para llegar a este punto, Dinamarca ha llevado a cabo, a lo largo de estos últimos quince años, una política de concienciación y una diversificación en la producción de energía, que la ha llevado a proponerse el reto de suprimir totalmente las emisiones de CO2 en 2050. 

Estamos todavía muy lejos, pero un primer paso muy importante es empezar desde uno mismo, considerando qué es aquello que podemos mejorar y dónde. El certificado de eficiencia energética, bien entendido, es una buena herramienta para comenzar a actuar.

En citae arquitectura te asesoramos.

¿Todavía crees que no sirve para nada?